Cadáver exquisito


Volví a casa con la espalda cubierta de sudor. Apenas podía ver, píxeles negros iban cubriendo poco a poco mi vista. Las piernas me temblaban. Agarré la bola de pelo que subía por mi garganta y tiré de ella.

En la calle, un hombre sujeta entre sus rodillas un cartel amarillo reflectante. "INAUGURACIÓN JEANS MEX. VAQUEROS AL 50%". Su enorme culo aplasta unos almohadones, atados a una caja de botellas de cocacola. Limpia las gafas de una niña que canta y salta a su alrededor. La calle está completamente vacía de gente que va y viene, chocándose entre ellos, susurrando chorradas que no piensan.

A otro lo veo desde la ventana de mi oficina. Se sienta en un banco, todos los días a las 12.37, coloca su azadón en el borde y mira hacia el cielo durante 12 minutos antes de volver a remover la tierra.

Al final hablé con él. Dando los detalles adecuados, pronunciando las palabras correctas, descubriendo con pulcritud mi vida, evitando las miserias, sonriendo mucho. Nos dijimos nuestros nombres, insistimos en saber cómo se pronunciaba cada uno, como si fuéramos a dejarnos pasar por ese hueco que hay en todas las vidas para otras vidas.

Sin saber cómo, tuve una regresión a esa carretera, donde los perros ladraban, ornamentando el viaje, como los gnomos de cerámica en los jardines pobres de espíritu.

Algo del color del hielo en verano caía desde la ventana. Te quitaste el gorro, acariciándote la cabeza y negando varias veces la forma esférica de la tierra.

Al otro lado de la radio, las bombas siguen cayendo, mientras explicas con cuidado histórico el porqué de la tristeza.

Las prostitutas pasean por el parque con una naranja en cada mano, la mayoría no tiene más de quince o diecisiete años. Lucen su piel ceniza, magullada y seca. Enseñan su cuerpo con total desinterés, alejadas de él revoletan con la mirada de un transeúnte a otro.

En el banco más alejado, a un costado del quiosco, escondido por árboles y matorrales, hiedras y carteles publicitarios, que anuncian algo que siempre parece mejor, me esperaba Irana. Pelo corto, mirada gris y una bolsa de pegamento en su regazo.

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