Un hummus de color malva
dormita en las escaleras de la casa. El pelaje se mueve como un arrecife de
coral, incluso sin viento. Se trata de un mecanismo que le permite regular su
temperatura corporal. Así evita que sus órganos acaben chamuscados bajo las
capas de grasa que conforman su anatomía, además de por las temperaturas de la
ciudad, que no acostumbran a bajar de 50 grados, al menos durante el día.
La niebla azulada cubre
la calle y hace difícil respirar. Tras un par de horas en ese ambiente
enrarecido, la piel empieza a cuartearse, cubriendo la ropa de escamas blancas
y grises. No es peligroso, a no ser que pases demasiado tiempo expuesto. De ser
así, tu cuerpo acabara por ser incapaz de fagocitar las bacterias del ambiente,
impidiendo la cicatrización de las heridas y haciendo imposible la regeneración
de los vasos sanguíneos.
Paso a su lado con
sigilo, para evitar despertarlo. Dicen los expertos que hablan en los
diferentes canales de la Red, que no son animales peligrosos. Aun así prefiero
no importunarlos. Desde el ultimo estallido, han empezado a pulular por las
calles diferentes tipos de criaturas. Rápidamente han surgido especialistas en
cada una de estas especies, bautizándolas y alabando el infinito poder de la
naturaleza. Su aparición no es fortuita, ni se debe al devenir de la evolución
de las especies. Durante años, especialmente en la última década, hemos vivido
bajo estallidos nucleares casi anuales, sufrido bombardeos de gases para tratar
de controlar a la población, hemos provocado mutaciones, incluso entre los de
nuestra especie... Lo raro no es que hayan aparecido nuevos animales, sin
clasificar, surgidos de miles de diferentes mutaciones, lo raro es que aun
quede alguno de nosotros vivo.
Un par de niños
cubiertos de film transparente juegan con unos botes de plástico y mazorcas de
maíz podridas. Es relativamente fácil identificar el nivel adquisitivo de las
zonas de la ciudad, según las ocurrencias de los padres, para exponer a sus
hijos a la Niebla Azul. En algunas zonas, un poco más prosperas, los chicos
usan ropa de tejidos derivados del PVC para evitar las partículas de la niebla.
En otras, simplemente los niños no salen a la calle.
Después de toda la noche
fumando, esperando a que M. volviese, siento como un hilo de nylon se va
tensando cada vez que trago saliva o intento hablar. M. por supuesto, aún no ha
vuelto. Y supongo que no tiene sentido esperarla, volverá cuando quiera. Si
quiere.
La ciudad es un
escenario grotesco de destrucción e intentos patéticos por continuar adelante.
Edificios semiderruidos alternan ventanas destrozadas con puertas pintadas con
brillantes colores. Algunos han aprovechado los boquetes en las fachadas
ennegrecidas por la polución y las bombas, para colgar tarros con flores, caza
sueños y molinillos de viento. Como si nada hubiese pasado. Como si no nos
molestase el dolor. Han conseguido pasar por encima de él o convivir con él, no
les molesta, no quieren arreglarlo, no quieren hablar de ello. El paseo no es
agradable si has crecido en otro tipo de ambiente, pero las nuevas generaciones
ni siquiera reparan en ello y las viejas están demasiado cansadas como para
hacer el esfuerzo de recordar.
Me dirijo a una de las
reuniones de La Compañía, pensando en que cualquier esfuerzo que hagamos es
estúpido, que está todo perdido. Nos hemos convertido en un grupo de apoyo para
melancólicos.
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