D-730 (II)

Un hummus de color malva dormita en las escaleras de la casa. El pelaje se mueve como un arrecife de coral, incluso sin viento. Se trata de un mecanismo que le permite regular su temperatura corporal. Así evita que sus órganos acaben chamuscados bajo las capas de grasa que conforman su anatomía, además de por las temperaturas de la ciudad, que no acostumbran a bajar de 50 grados, al menos durante el día.

La niebla azulada cubre la calle y hace difícil respirar. Tras un par de horas en ese ambiente enrarecido, la piel empieza a cuartearse, cubriendo la ropa de escamas blancas y grises. No es peligroso, a no ser que pases demasiado tiempo expuesto. De ser así, tu cuerpo acabara por ser incapaz de fagocitar las bacterias del ambiente, impidiendo la cicatrización de las heridas y haciendo imposible la regeneración de los vasos sanguíneos.

Paso a su lado con sigilo, para evitar despertarlo. Dicen los expertos que hablan en los diferentes canales de la Red, que no son animales peligrosos. Aun así prefiero no importunarlos. Desde el ultimo estallido, han empezado a pulular por las calles diferentes tipos de criaturas. Rápidamente han surgido especialistas en cada una de estas especies, bautizándolas y alabando el infinito poder de la naturaleza. Su aparición no es fortuita, ni se debe al devenir de la evolución de las especies. Durante años, especialmente en la última década, hemos vivido bajo estallidos nucleares casi anuales, sufrido bombardeos de gases para tratar de controlar a la población, hemos provocado mutaciones, incluso entre los de nuestra especie... Lo raro no es que hayan aparecido nuevos animales, sin clasificar, surgidos de miles de diferentes mutaciones, lo raro es que aun quede alguno de nosotros vivo.

Un par de niños cubiertos de film transparente juegan con unos botes de plástico y mazorcas de maíz podridas. Es relativamente fácil identificar el nivel adquisitivo de las zonas de la ciudad, según las ocurrencias de los padres, para exponer a sus hijos a la Niebla Azul. En algunas zonas, un poco más prosperas, los chicos usan ropa de tejidos derivados del PVC para evitar las partículas de la niebla. En otras, simplemente los niños no salen a la calle.

Después de toda la noche fumando, esperando a que M. volviese, siento como un hilo de nylon se va tensando cada vez que trago saliva o intento hablar. M. por supuesto, aún no ha vuelto. Y supongo que no tiene sentido esperarla, volverá cuando quiera. Si quiere.

La ciudad es un escenario grotesco de destrucción e intentos patéticos por continuar adelante. Edificios semiderruidos alternan ventanas destrozadas con puertas pintadas con brillantes colores. Algunos han aprovechado los boquetes en las fachadas ennegrecidas por la polución y las bombas, para colgar tarros con flores, caza sueños y molinillos de viento. Como si nada hubiese pasado. Como si no nos molestase el dolor. Han conseguido pasar por encima de él o convivir con él, no les molesta, no quieren arreglarlo, no quieren hablar de ello. El paseo no es agradable si has crecido en otro tipo de ambiente, pero las nuevas generaciones ni siquiera reparan en ello y las viejas están demasiado cansadas como para hacer el esfuerzo de recordar. 


Me dirijo a una de las reuniones de La Compañía, pensando en que cualquier esfuerzo que hagamos es estúpido, que está todo perdido. Nos hemos convertido en un grupo de apoyo para melancólicos.

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