(Abre la puerta, esta vez se trata de una habitación pequeña, casi un
cuarto de escobas, la base mucho más ancha que el techo, casi un azulejo, y en
el centro, sentado sobre una silla de esparto trenzado un hombre de avanzada
edad).
…levanto por la mañana cuando la
única luz, se cuela fría, siseante y
calculadora por la ventana, dibujando filos de cuchillos contra la tarima del
suelo. Ya en la cocina, no reconozco el contorno de los objetos; las tazas parecen
el ojo de un pozo, oscuro y profundo, pero al introducir el dedo pensando en
agua estancada o fango o algas, quizás musgo, no hay nada. Claro, es una taza.
(Ríe, pero la risa proviene de lejos y la
chica se gira pensando que hay alguien detrás de ella). Acaricio despacio
el mármol oscuro de la encimera, arrastrando los hexágonos de la piel de una
serpiente hasta hacer un montoncito de purpurina verde-grisácea y soplarla
contra la esfera blancuzca que se refleja en la ventana, entonces la bombilla
estalla y la orquesta desde el palquito de madera, con tablas viejas comienza a
tocar:
Juran que esa paloma
No es otra cosa más que su alma
Que todavía la espera
A que regrese la desdichada
Cucurrucucú paloma
No es otra cosa más que su alma
Que todavía la espera
A que regrese la desdichada
Cucurrucucú paloma
Cucurrucucú
Cucurrucucú
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